Síntesis de la 2ª sesión sobre Sloterdijk

(25 de octubre de 2023)

En esta sesión hemos discutido sobre los apartados 1 y 2 de la Introducción (La guerra del gas o el modelo atmoterrorista y Explicitud creciente). Sorprende que al interesante prólogo se añada una introducción tan larga. Se trata de explicar la génesis del problema del aire por el uso del gas tóxico en la 1ª Guerra Mundial, y de las restantes armas aéreas que le siguieron (bombas de combustión, bombas atómicas, etc.) en la 2ª. La discusión se inició criticando el manejo poco preciso que el autor hace del término «terrorismo», pues hay ataques terroristas que no son medioambientales o, como dice el texto, atmoterroristas, y hay ataques medioambientales que no son terroristas en el sentido en que normalmente usamos el término. Es verdad que las nuevas armas son complejas de fabricar y no están al alcance de grupos pequeños, sino del Estado, aunque siempre existe cierta posibilidad de hacerse con ellas, como es el caso del gas sarín en el metro de Tokio. Si entendemos el terror como la práctica de la violencia contra el enemigo con el fin de exterminarlo, esto ya se daba desde la Antigüedad: envenenamiento de aguas, asedio por hambre, quema de ciudades con los individuos dentro, etc. La diferencia está en el mayor alcance de las nuevas armas.

Todo lo anterior no excluye el uso pacífico de estas armas frente a lo que preconiza un ecologismo estricto. Si nos atuviéramos a este, muchos alimentos no podrían producirse en la cantidad que necesitamos. El ejemplo que se puso fue el de las nueces, que sin insecticidas sólo es comestible una de cada 10; las otras nueve están llenas de insectos. Pero el uso pacífico ha tenido en algún momento una derivación terrible: las cámaras de gas. Se ha eliminado a los seres humanos como si fueran parásitos. El caso más paradigmático es el holocausto nazi con millones de judíos que murieron en ellas como si tomaran una ducha, terrible combinación de la metáfora del parásito con la de la purificación.

Como digresión a partir de la importancia dada por Sloterdijk al terrorismo atmosférico, se sugiere una reinterpretación de la oposición nietzscheana entre lo apolíneo y lo dionisíaco, sustituyendo este último por lo terrible o terrorífico. La cultura humana, y en especial la de los griegos antiguos, sería el resultado de una oposición entre lo apolíneo y lo terrorífico. El terror ante la existencia les impulsó a establecer límites y medidas para entenderla.

El terrorismo atmosférico o atmoterrorismo ha puesto de relieve la importancia del aire en relación con los otros tres elementos tradicionales. El aire es el elemento de la comunicación: dentro de él vivimos y somos. La tierra y el agua comunican e incomunican al mismo tiempo, mientras que el fuego, por definición, no comunica sino destruye o transforma. Al tematizar el aire y convertirlo en objeto de manipulación y preocupación, hemos abandonado la época de la ingenuidad y hemos entrado en otra, caracterizada por los “espacios climatizados”. Esto último es relevante para los viajes espaciales y, sobre todo, para las comunicaciones telemáticas, que se han vuelto imprescindibles.

La sesión terminó con la alusión que Sloterdijk hace a la intranquilidad que esta nueva situación produce, generando dos posturas inadecuadas, las de los durmientes. Una es la de los durmientes ante el conocimiento (en lo implícito), que se cobijan en la ignorancia; la otra es la de los durmientes ante la ética (en lo explícito), “que saben lo que se planea en el frente, pero esperan la orden de actuar”.

 

Antonio de Lara Pérez.

Coordinador y moderador del grupo.

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